Si alguien la vuelve a ver, dígale que nunca dejé de escribirle, aunque mi alma se haya quedado sin tinta.

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lunes, 3 de abril de 2017

¡SOLEÁ DAME LA MANO!



Acompañando al Santo Cristo
en Viacrucis penitencial,
me acercaba a tu morada
mas no podría imaginar
lo que yo allí me encontrara.

Pensé que estarías dormida,
o quizás semi desnuda
en una sacristía apagada;
supuse que estarías a oscuras
esperando ser ataviada.

Y miré hacia tu negra puerta,
volviendo hacia Tí mi rostro,
por donde más oscura es mi mirada,
nuestros ojos se miraron a un tiempo
mientras la luna saludaba callada.

Con paso corto me acerqué,
como los buenos pateros,
con mis ojos te besé
como hacen los luceros;
y lloré, una vez más, lloré,
rezando por todos los míos
como hacen los costaleros.
¡Ay Madre de verdad!
Si supieras, ¿o ya sabes?
¿Qué para cuando deba marchar
no tengo más que un anhelo?
Que me des la mano, Soledad,
y me lleves con tu Hijo al cielo.








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