Si alguien la vuelve a ver, dígale que nunca dejé de escribirle, aunque mi alma se haya quedado sin tinta.

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sábado, 18 de mayo de 2019

DESDE EL ANDÉN.

Me apeé un día de mi largo tren
en el que entraba y salía gente
solo miraba a los que venían de frente,
y me quedé sentado en el andén.

Rápido eché de menos el dulce vaivén
y emergieron, poco a poco, en mi mente
las caras diablesas de la mala gente
reflejada en los cristales del tren.

Solo un simple y pequeño desdén
hacia lo que observaba sedente
mas con sorpresa me quedó patente
que había que volver y dejar el andén.

Vagones que quise ver pasar
en cincuenta, veinte o cien,
en un atisbo me quise quedar,
pero tuve raudo que volver
sin solución de continuidad;
pitó la máquina del tren
y emprendió su caminar;
de un salto a mi vagón retorné
a sufrir, a reír, a querer, para amar;
y cuando ya del todo desperté
del "chute" de anestesia general,
como desde que nací, vi el andén
a través de una ventana de cristal.







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