Desde los tiempos más remotos
si se atisbaba la oscuridad,
la derrocaba tu claridad
y esa dulce luz de tus ojos.
Siempre los miro de reojo
buscando tu fiel maternidad,
porque es mi gran debilidad
esa dulce luz de tus ojos.
De mi vanidad me deshojo
y me alimento de tu humildad,
pues es inmensa la caridad
de esa dulce luz de tus ojos.
Esa dulce luz de tus ojos,
esa tu mirada celestial
que prevalece en los años
como tu magna maternidad;
esa dulce luz de tus ojos
si no la hallo, es mi orfandad,
mas si te miro, la recojo
como desde mi temprana edad;
esa dulce luz de tus ojos
ha abierto un año jubilar,
por lo que ya no habrá cerrojos
para rezarte, ¡Oh Soledad!.
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