La luna, no recordaba...
cómo era tu salida,
cuando se agazapaba el día
en un alba casi olvidada.
La luna no recordaba...
a la Soledad de anochecida,
con la noche ya desvestida
y a su ventana asomada.
La luna, no recordaba...
cómo era tu partida,
solo en tardes desvaídas
cuando las nubes lloraban.
La luna hacía tiempo que no recordaba...
porque a esas horas, ya estabas dormida,
como fulguraba tu llanto, Madre elegida,
y tu resplandor en la plaza de madrugada.
La luna hacía tiempo que no recordaba...
pues Ella, vive entre tinieblas y el día,
ya no la recuerdas en noche cerrada,
no ves su Luz a la oscuridad prendida.
Debió ser en estas fechas jubiladas
donde la Señora pudo a la adversidad
apagando a la luna loca y enamorada
de Tu eterna y dulce luminosidad;
todos fuimos a tu carmesí morada
queriendo al Jubileo atrapar
y Tú allí siempre aguardabas
como este sábado nos vas a esperar.
Madre, tengo una corazonada
por la que hoy quiero rezar...
Como si a diario fueras paseada
no nos abandones nunca ¡Madre de la Soledad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario