Acurrucado en el brasero
lo negro, la noche blandía
y el ocaso ya se fundía
escondido bajo el rasero.
Unos ojos no incluseros
exentos de cobardía
me producen gran rebeldía
y hasta me siento yusero.
Si quieres seré tu rosero
aunque la oscuridad me sumía
en ese "calorcillo" casero,
que en mi cuerpo se rendía.
De amanecida otra vez espero
por si la luna retrocedía
la luz llama cual fiel cartero,
y este alba ya podría
avisarle como un misero
lo que siempre le pedía
a ese sol tan grosero:
Que le diga a tus lindos ojos
cuando se abran; buenos días.
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