No te gusta su mirada
cuando bajas de la cama
al levantar de mañana
encontrándote tu cara.
En poco tiempo te encuadra
en un prodigioso marco
con un maquillaje parco
y de los labios la barra.
Sus manos te colocan
el pelo de mil amores;
te ves guapa, con flores
y coloretes que afloran.
Pero ¡ay, amiga, amigo!
Si ese que miras pudiera
mirar para tus adentros
y reflejarlo hacia afuera,
si fuera capaz siquiera
y en un solo momento
de crearnos esa dentera,
si fuera capaz siquiera
y en un solo momento
de crearnos esa dentera,
saldríamos muchos corriendo
sin la más mínima espera.
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