Cuando
el sol ya se dormita,
acurrucado
en el horizonte;
la
luna quizás afronte
en
el cielo donde transita,
cerrar
los ojos como un vidente,
o
como una linda mocita.
Detesta
el llanto y lo evita,
no
quiere verlo de frente,
ya
que está convaleciente
de
cometas eremitas,
y
de las estrellas candentes
que
cada noche la citan.
Y
se marchan, y la irritan;
mas
nunca se lo comentes
porque
en agosto pretende,
enamorar
a los selenitas,
con
los llantos que desprende
San
Lorenzo en su visita.
No
temas nunca un suspiro,
hasta
las estrellas sollozan.
No
tienes más que mirar
hasta
el cielo, con solo un giro;
y
sentirás llorar de luz
como
flores de un espigo,
a
las perseidas llorosas
con
el brillo del zafiro.
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