Inertes
están las espinas
que
viven en tu corazón,
¡No
las muevas, por compasión!
Porque
duelen y te dominan.
Al
galeno a sacarlas ibas,
alentando
a un nuevo amor;
mas
tan intenso era el dolor,
que
llorabas de la inquina.
En
tu alma, en una esquina,
hay
un atisbo de pasión,
déjalo
aflorar por favor
que
la aversión es dañina.
Aguijones
que desatinan,
que
denostan la razón,
y
que oscurecen a la flor
que
rebosa en tus mejillas.
Abre
ya el caparazón
y
que vuelen las espinas;
se
libre para dar amor,
¡Es
a ti, bella zarina!,
sea
para tí una adición
y
jamás se duerma en la rutina.
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