Un traje-flamenca se afina
del color del blanco roto
que forma un alboroto
en albero verde oliva.
Se me licúa la saliva,
con tus volantes de
caramelo
y en tu lunar de pomelo,
con cebolla a la deriva.
Del trigo van sus misivas
plagando mojadas el cielo
de mi boca, ¡ladronzuelo!,
mas la gordura me priva.
Su sabor me reaviva,
mejor que uno, dos luceros
con patatas y cebolla.
¡Qué buenos!, ¡Qué ricos!
Que no se ponga otra
cosa, (de comer)
donde estén dos huevos
fritos.
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