Tras una tarde de sombras rubias
por el Barrio de San Pedro suben,
unos nimbos que al cielo quizá ondulen...
Truenos tras las murallas ya rebudian.
Rostros enamorados de una gubia
se esconderán cuando el viento ulule,
cuando el agua, impasible no recule;
la gente temerosa huye y se asubia.
El minarete de la mezquita nunca repudia
a mil nubarrones negros que la embadurnen
y el sonido de sus campanas modulen
tantanes con ecos de la gran Nubia.
La cruz emerge incólume de la zubia
sin miedo a que nada la estrangule;
en la casi-noche ya más bien diluvia
sin un vuelo de golondrinas que me adule.
Una cortina que el ocaso ensucia,
cuando se agazapan los querubes;
sueño, sueño , el sueño acucia...
la noche estaba preñada de grises nubes
con una blanca y penetrante lluvia.
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