Patinando van mis manos
suaves por tu dulce dorso
y mis dedos por tus hombros
ya se deslizan callados.
Con óleo blanco perfumado
que inspiro con mucha calma,
voy acariciando tu espalda
hasta con los ojos cerrados.
Por la nuca, por el cuello,
poco a poco en un suspiro,
mis yemas besan con mimo
para no mancillar tu pelo.
¿Qué más puede hacer un masaje,
cuando el placer inunde tu cuerpo?
¿Qué más puede mostrar un masaje,
tan antiguo como el tiempo?
¿Y qué puede insinuar un masaje,
con la suavidad del terciopelo?
¿Qué más puede mostrar un masaje,
tan antiguo como el tiempo?
¿Y qué puede insinuar un masaje,
con la suavidad del terciopelo?
¿Qué más podrá susurrar un masaje?...
Pues con el morse de mis dedos
escribiría un mensaje
en el que solo diga “¡Te quiero!”.
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