Lloroso Sábado Santo
nubarrones negros de cielo,
aguardaba triste en el suelo
si seguía o volvía al templo.
Lloroso Sábado Santo
atribulado, sin consuelo,
con mi hábito de nazareno
y a mis espaldas, tu manto.
Miro atrás, me vas serenando,
cera llorada, negro tu palio,
mirada dulce que obra el milagro
mañana ya vendré, pues ahora me marcho.
Arropaste Madre mía, mi tristeza
en el frío escalón del suelo,
con tu amorosa entereza
hasta que partió el cortejo.
Sentí tu amor que me guardaba la espalda,
ese calor, esa luz de caridad,
me despedí de tu espadaña
y regresé con mi Soledad.
Tras cuarenta años, o más,
de nuevo tu amor a mi espalda
pues me volviste a abrazar,
después de un duro fin de semana
en el que no cesé de rezar;
me acogiste en tu regazo
ese que tan bien recrea Juan
y allá muchos nos juntamos
“pa” podernos retratar;
todos éramos del Sanedrín
que en San Pedro nos reunimos
para escuchar y para juzgar
dando gracias a Dios Padre,
rezando: ¡Elohím Kushá!
De mi exaltación a la Virgen de la Angustias 2019.
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