Si alguien la vuelve a ver, dígale que nunca dejé de escribirle, aunque mi alma se haya quedado sin tinta.

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domingo, 5 de abril de 1992

LA NIÑA DE LA PLAZA.

A la memoria de su capataz: Mi amigo Eustaquio Florea López.

Escaleras de cera iluminada,
antorchas de luz que hacen brillar tu semblante;
en tu cara, cataratas de cristal radiante
sosteniendo suspiros de manos plateadas:
un palio bordado en oro, cielo y diamantes.
Y su Virgen María, por los cruceros amada
sale a la plaza; bella, bonita, hermosa y galante.

¡Qué bonito el color de tu dorada saya!
¡Qué verde la luz que irradia tu manto!
Y para aliviar madre tu llanto
un pañuelo de fina seda bordada.
María, ¿cómo es posible amar tanto,
después de ver tu sangre castigada?

Sanlúcar Señora, se engalana con ilusión
para contemplar tu bello caminar,
y todos te querríamos cantar
mas son pocos los que suben al balcón,
y casi sin poderte mirar
lanzan al aire esta saeta de amor:

¡Señora de la cara blanca!,
¡Qué bella luminosidad!
¡Necesitamos tu nombre,
y te queremos amar!
¡Enséñanos a quererte, Madre!,

¡María de la Piedad!

 De mi Pregón de la Semana Santa de 1992.


Foto extraída de la revista Arte Sacro.



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