Si alguien la vuelve a ver, dígale que nunca dejé de escribirle, aunque mi alma se haya quedado sin tinta.

Seguidores

domingo, 5 de abril de 1992

SOLEDAD SIEMPRE ACOMPAÑADA.

Por palio tenías un cielo azul
añoranzas de alegorías de muerte;
el triunfo, ante un esqueleto inerte
y sobre el mundo de la Santa Cruz,
en homenaje a tu titular
El Dulce Nombre de Jesús.

Con el crepúsculo de una tarde de pena
y con ojos llorosos sales a Sanlúcar;
bien sea con saya negra o púrpura
los sanluqueños igual te esperan,
para ver tu cara dulce de azúcar
fina, bella y radiante azucena.

¿Por qué miras al lado, Madre?,
¿Es que no quieres mirar al cielo
para no contemplar en tu palio,
iluminado por el sol de la tarde
la muerte de tu Hijo, Dios Cordero?

Tu estás sola, Soledad,
aunque estemos contigo esta tarde;
mas tan sólo con mirarte
y ver tu cara llorar,
da pena no ser estandarte
para poder aliviar
esa pena tuya grande.

¡La plaza es un revuelo
para ver tu caminar!
La música empieza a sonar,
rezuman arte tus costaleros
y pone su voz en capataz;
mis ojos ya están llorando
y mis labios dicen al rezar:

¡Campanillas de cristal
que adornáis las bambalinas!
¡Decidle al aire que la quiero!
Y a la hora de mi muerte
cuando suspire mi último anhelo;
¡Soledad, coge mi alma en tus manos,
y llévala con tu Hijo al cielo!

 De mi Pregón de Semana Santa de 1992.





No hay comentarios:

Publicar un comentario